Las elecciones europeas y el partidismo feroz que enciende a las masas en Facebook. Hay quienes son capaces de morir por sus ideas o al menos lo parecen. Pero Brassens -maravilloso ácrata- ya decía que él también moriría por ellas pero de muerte lenta. Yo también, si me quedara claro a donde llevan ciertas ideas, si viera en qué se convierten las ideas en las que creo en manos de las personas en las que no creo.
Padecemos el cansancio de occidente, como en aquella conversación de Rafael Argullol y Eugenio Trías que se convirtió en libro. Ahora todos hablan de Podemos y del final del bipartidismo, de un horizonte de luz que se abre contra la corrupción de los grandes partidos. Y lo mejor es callar mientras suenen los sables de la intolerancia a izquierda y derecha, los análisis apresurados de los tertulianos, el predecible discurso de los unos y de los otros. Si no estás conmigo estás contra mí, si no crees en la revolución eres un fascista, un aburguesado, un instalado, un situado. Pero expongo mi derecho a la duda y al escepticismo o como le leía a Sergio del Molino el derecho incluso a no participar de este tinglado de siglas y eslóganes, de los mismos de siempre y de los que vienen con la bandera del regeneracionismo y de la pureza absoluta porque nada ni nadie va a corromperlos.
Ganó el Madrid y ganó el poder, perdió el Atlético y perdió el proletariado. El árbitro prolongó cinco minutos porque se lo dijo Aznar. Así se las gastan algunos, llevando la demagogia a todos los campos. Fútbol y política y un mundo hecho de fricciones, de puñaladas por la espalda, de injusticias y valles de lágrimas. Más civismo y menos partidismo, más tolerancia y menos insultos. Que da miedo la retórica de los salvadores, que dan miedos ciertos modelos alternativos, como da miedo el modelo conocido, la banca, el político infecto, el borbónico monarca que caza elefantes. Paren el mundo que me bajo. O déjenme a la sombra del árbol que amo con la gente que amo, leyendo los proverbios y cantares machadianos, lejos de tantísimos calumniadores que se creen en posesión de la verdad, de su verdad. Y si no comulgan con mis principios no tengo otros.