BIOGRAFÍA

En la obra de Luis García Gil (Cádiz, 1974) conviven de manera absolutamente personal literatura, cine y canción de autor. En el ámbito de la canción ha publicado Serrat, cantares y huellas, Serrat y Sabina a vista de pájaro, Jacques Brel, una canción desesperada, Javier Ruibal, más al sur de la quimera y Joan Isaac, bandera negra al cor. Su amor al cine ha dado como fruto el libro François Truffaut publicado por Cátedra y el guión y producción del documental En medio de las olas dedicado a su padre el poeta José Manuel García Gómez. También ha producido el documental Vivir en Gonzalo que ha dirigido Pepe Freire y en el que se profundiza en la obra de Gonzalo García Pelayo. Como poeta es autor de La pared íntima, Al cerrar los ojos y Las gafas de Allen. Es autor además del libro José Manuel García Gómez, un poeta en medio de las olas.




sábado, 8 de febrero de 2014

EL MADRID DE CARLO (y 2)

Desde que Di Maria apodado el fideo se acomodó las partes nobles al ser sustituido en un partido de liga todo parece haber cambiado para el jugador argentino al que ya no se discute. Son las cosas del fútbol, la línea sutil que separa el éxito del fracaso, la salida a hombros de la condenación eterna. Con Carlo Ancelotti el Madrid ha encontrado el equilibrio después de un titubeante comienzo de temporada. Ahora nadie disiente del apocado técnico italiano. En eso algo ha tenido que ver la lesión de Khedira porque Modric se ha erigido en el jugador perfecto para acompañar a Xavi Alonso en el centro del campo. El juego blanco pasa por las botas del croata y eso ya es decir mucho porque Modric es un jugador superlativo. Y luego está la pólvora de Cristiano Ronaldo, como casi siempre. 

Otra cosa es la continuidad del juego del Real Madrid, la excelencia de ese juego. El Madrid sigue sin jugar bien que es lo que prometió Ancelotti. Eso sí es un equipo sólido y a veces vertiginoso, como un western con John Wayne. Esto de la solidez me recuerda a la era Mourinho y uno esperaba ciertamente otras cosas del Madrid. Desterrado Isco como director de orquesta el Madrid funciona a fogonazos gracias a la calidad indudable pero intermitente de sus futbolistas, llámense estos Benzemá, Bale o el canterano Jesé convertido en gran esperanza blanca.

El triunfo sobre el Atlético de Madrid en la Copa del Rey tuvo mucho de apelación a la casta. Y esto -insisto- tiene más que ver con la era Mourinho que con la era que pretendía instaurar Carlo Ancelotti. Quizá uno se esté volviendo viejo y nostálgico y se acuerde demasiadas veces del Madrid de la Quinta del Buitre. Son otros tiempos, evidentemente. Dejémoslo así. 

Mientras escribo estas líneas Bale ya ha marcado el uno a cero frente al Villarreal. El partido tiene las cartas marcadas y trascurre a expensas de algún fogonazo blanco que vuelve a llegar de la mano de Benzemá. Pero el duelo carece de verdadera emoción o al menos a mí me lo parece. El Madrid no necesita circular el balón, no se apodera de la pelota, no propone un juego exquisito, de toque y distinción, pero gana con facilidad y exhibe una superioridad aplastante sin apenas despeinarse, siendo más intenso que el rival. Tiene pegada -lo mismo que con Mourinho- y con eso puede que le alcance para ganar la Liga, la Copa del Rey y la Champions. Pero que no me hablen de un juego excelso. El buen juego es otra cosa. Y es más difícil de elaborar si están Pepe, Arbeloa o Cointreao en el campo. Con ellos la cosa tiene título de novela de Faulkner: El ruido y la furia por ejemplo.