Descubrí la poesía de José Emilio Pacheco en una recopilación editada por el Fondo de Cultura Económica en el año 2000. Con el título de Tarde o temprano se agrupaba su tentativa de poeta infinito, desde el latido inaugural de Los elementos de la noche hasta la última entrega titulada Siglo pasado. Después me asomé a los poemas que conformaban Como la lluvia con la que proseguía un viaje lírico que jamás desdeñó la ética del poema que se alimenta de viejas causas perdidas.
Al acallarse su voz algunos habrá que le citarán sin haberlo leído, sin tener ni siquiera un ejemplar de su obra entre sus libros. En la poesía abunda también la impostura de los poetas que no leen o cortan y pegan poemas que moran en Internet para compartirlos en Facebook, como si esto los convirtiera en lectores de poesía. Para estos y para muchos otros que serán mayoría la voz y el ejemplo de José Emilio Pacheco será tan invisible como la voz de otros muchos poetas, necesarios, intensos pero que ejercen su oficio al margen de las modas y de las masas e incluso de las inmensas minorías que en el caso de la poesía no son nada inmensas.
Al acallarse su voz algunos habrá que le citarán sin haberlo leído, sin tener ni siquiera un ejemplar de su obra entre sus libros. En la poesía abunda también la impostura de los poetas que no leen o cortan y pegan poemas que moran en Internet para compartirlos en Facebook, como si esto los convirtiera en lectores de poesía. Para estos y para muchos otros que serán mayoría la voz y el ejemplo de José Emilio Pacheco será tan invisible como la voz de otros muchos poetas, necesarios, intensos pero que ejercen su oficio al margen de las modas y de las masas e incluso de las inmensas minorías que en el caso de la poesía no son nada inmensas.
Entre mis poetas de referencia hay siempre un sitio para José Emilio Pacheco, iluminándome, agrandándose en cada lectura, con la certeza de que hay poetas indispensables que trazan un camino e imprimen una huella en forma de verso abierto a la vida y al conocimiento. Al enterarme de su muerte me acordé de su poema "Los demasiados libros" que siempre me gusta citar porque el miedo expuesto por José Emilio Pacheco en este poema es mi mismo miedo, el miedo de todo lector y de todo hombre que sabe que las horas están contadas:
A cambio de la horas que no regresan
se acumulan los libros,
cajas de sueños, esperanzas, cóleras
que (es muy probable)
no leeremos nunca.
Por todas partes libros en desorden,
objetos de ansiedad, mudo reproche
de no haberlos abierto.
Miedo a morirse
sin hojearlos siquiera.
Con qué cinismo,
con cuánta desvergüenza o qué locura,
después de todo esto nos ponemos
a escribir otro libro.